Envueltas con amor en hojas de plátano, bien amarraditas con hilo pabilo y dedicación, un guiso con mucha sazón y el toque de unos ingredientes buscados con mucho esfuerzo, así son las hallacas de este 2017.
Todos aseguran que las hallacas de su familia son las mejores. En tiempos de abundancia, se acostumbraba a “competir”.
“En mi casa hicieron 100 hallacas”, “en la mía casi llegamos a 200”, pero lo mejor de esa época no era hacer para comer, sino para compartir y regalar al vecino, a la abuela, a los tíos, a la comadre, a la maestra del colegio, al vigilante de la urbanización, con compañeros de trabajo, incluso con desconocidos, como gesto de bondad, de simpatía.
Pero muchos desconocen el origen de este plato. Se dice que su preparación se remonta al siglo XV y XVI nombre, cuando los negros esclavos y los sirvientes indígenas tomaban las sobras dejadas por los españoles y preparaban un guiso, el cual envolvían en hojas de plátano para preservarlos durante días y luego calentarlos para comer.
La palabra proviene de la combinación de “allá” por la comida que era de los españoles y “acá” de las hojas de plátano con las que envolvían.
Con el tiempo, esta preparación fue pasando de generación en generación y quedó como una tradición venezolana en las navidades, donde las familias generalmente se reúnen para hacer este plato, que acompañan con pan de jamón y ensalada.
Otras familias no la hacen, sino que las compran hechas para evitar el trabajo de su preparación que puede llevar todo el día dependiendo de la cantidad.
Hay para todos los gustos, de carne, de pollo, de cochino, otros le echa tocino para darle el toque pecaminoso, acompañado de cebolla, aceitunas, alcaparras, pasas, papa, huevo sancochado y garbanzos las andinas.
Lo importante no es lo que lleven, sino tener con quien compartirlas.
Con colaboración de: Leonervis Hernández @leonervis

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