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Sacrificios y esperanza: odisea de los migrantes venezolanos

  • 3 oct 2019
  • 4 Min. de lectura

Foto: Cortesía

«Si pudiera devolver el tiempo me quedo en mi pais», es parte del testimonio de una migrante venezolana que partió a Lima con el deseo de poder mejorar su calidad de vida y ayudar a sus familiares ante la crisis política, económica y social que enfrenta Venezuela.


Esto, forma parte de una historia que a diario se repite en los jóvenes criollos, quienes persiguen un futuro lleno de oportunidades y en el que puedan estar seguros, lejos de tanta desidia, inseguridad, preocupaciones y sacrificios.



Lágrimas y esperanza es lo que actualmente podría estar reinando en la mayoría de las familias de Venezuela, pues han tenido que cambiar abrazos y conversaciones personales por tecleo en los celulares, por expresiones de cariño virtual y con una ilusión firme de que la situación en el país mejore para volver a reencontrarse con los suyos.


Indira Salazar, quien se encuentra en Perú, cuestionó que las personas que siguen en Venezuela catalogan a los migrantes como «ricos» porque piensan que por estos estar en otro país han logrado obtener mucho dinero.


«Somos ricos pero en problemas», aseguró.

Indira explicó que, aunque ha podido ayudar «con mucho o poco a su mamá (que está en Venezuela)» enfrenta deudas frecuentes para poder mantenerse en el denominado «país de las oportunidades».


Alquiler de habitación y servicios básicos son los gastos que comúnmente acaban con los dividendos de los venezolanos en el exilio.


Comentó que, para migrar tuvo que vender cosas que le costó mucho trabajo obtener para así reunir los recursos económicos que le permitirían poder irse a buscar mejores horizontes en otras partes del mundo.


Está confiada en que si tuviese la oportunidad de regresar el tiempo, sin duda alguna la elección hubiese sido quedarse en su tierra natal. Esto, tras haber enfrentado situaciones difíciles en Perú.


«Uno se quejaba de Venezuela y aquí es lo mismo. El mismo borracho pero con otra pea, con la diferencia que el dinero alcanza para lo necesario. No has terminado de cobrar cuando ya no tienes ni un medio. (...) Yo estoy que tiro la toalla, creo que ya di todo de mí, no puedo más», expresó.


Por su parte, Rafael Cova, también residenciado en Ecuador, puntualizó que «ser emigrante es vivir pensando en el alquiler, en el agua, en la luz y la chamba, cosa que en Venezuela, si trabajabas ni andabas pendiente de luz ni de otro servicio. Aquí no es que es imposible pero hay que tenerlo presente», dijo.


Además comentó que, aunque ha podido ir adquiriendo con mucho sacrifico parte de los elementos necesarios para conseguir la comodidad de su esposa e hija, anhela regresar a Venezuela para estar con sus seres queridos.


Sin embargo, no está muy alentado en que eso será pronto, ya que asevera que la crisis en Venezuela «es para rato» y mientras el país esté en las condiciones precarias en las que se encuentra, resultado de la mala administración del «régimen» de Nicolás Maduro, no regresará a tierras venezolanas.


«Pienso es en el futuro de mi familia y como está Venezuela, será muy duro», agregó.

Así como Rafael e Indira, otros migrantes han tenido que armarse de valor para mantenerse en otras tierras como una oportunidad de obtener bienestar personal y para sus familias. Con frecuencia, profesionales destacados se ven «obligados» a dejar su casa, sus seres queridos y demás afectos por buscar mejor calidad de vida.


Así es también es la historia del caraqueño Jesús Marcano, un profesional de la docencia que condena las condiciones precarias en la que encuentra el sistema educativo en el país. Eso lo motivó a irse a Chile para poder ayudar a su familia.


En Venezuela, Jesús se ayudaba con su carro como taxista, sin embargo, eso se volvió «una locura» cuando el vehículo comenzó a requerir de algunos repuestos que se le dificultó conseguir y que llevó a tener que dejar de trabajar como profesional del volante.


«Tuve que redoblar los trabajos en el carro porque era la manera de conseguir más dinero. El sueldo como educador no me alcanzaba para nada. Pero bueno, como todo, el carro me comenzó a fallar y no conseguí las piezas para repararlo, tuve que pararlo y entonces comenzaron las preocupaciones porque no tendría como traer comida a la casa», expresó.


Eso, lo llevó a separarse de sus tres hijos y su esposa para migrar a Chile. Una tierra en la que -aunque asegura que no ha sido fácil- ha podido encontrar sustento económico para los suyos.


«Vine por necesidad pero anhelo regresar a casa para disfrutar de mis hijos, su crecimiento y no seguir perdiéndome la maravilla de verlos sonreír. Sueño con que Venezuela recupere su libertad y pronto todos seamos felices estando de regreso con nuestras familias», finalizó.


Por: José Manuel González / @josemagonzalezz


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