Algo tienen las papas o patatas fritas para provocar que cuando se abre una bolsa no podamos parar de comer hasta acabarla.
Científicos alemanes han estudiado el patrón de actividad que desencadena este alimento en el cerebro y determinaron que la razón de que nos resulten irresistibles no reside solamente en su alto contenido en grasa y carbohidratos, como se creía hasta ahora.
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Ahora, los mismos investigadores presentaron los resultados de sus últimos estudios, que complementan al anterior, en la 245º Reunión y Exposición Nacional de la Sociedad Americana de Química.
"Hemos extendido el estudio a un tercer grupo de ratas alimentado con una mezcla de grasas y carbohidratos en proporciones similares a las de las patatas fritas", explica Tobias Hoch, investigador de la Universidad de Erlangen-Núremberg (Alemania) y autor principal del trabajo.
Los resultados de las resonancias magnéticas mostraron que los animales alimentados con patatas fritas experimentaban una mayor activación de regiones del cerebro relacionadas con el sistema de recompensa, la ingesta de comida, el sueño y las áreas motoras.
Según Hoch, el hecho de que a algunas personas no les atraigan estas comidas reside en que "posiblemente la intensidad con que se activan los sistemas de recompensa en los individuos varía en función de su gusto".
El investigador está convencido de que si la ciencia consigue desvelar cuál es el componente que activa el circuito de la recompensa del cerebro podrían desarrollarse nutrientes que al añadirse a estos alimentos inhiban su efecto.
Con información de Culturizando.
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