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Las tres leyendas más populares de Venezuela


Foto: Cortesía / Referencial

A propósito de la noche de brujas, hoy queremos resaltar nuestros mitos y leyendas: espeluznantes historias que, sin dudas, han marcado precedentes en la cultura venezolana.



La llorona

Se trata de una mujer que pierde a sus hijos y, convertida en un alma en pena, los busca en vano, turbando con su llanto a los que la oyen. Aunque hay muchas versiones de la historia, los hechos principales son siempre los mismos.


El desgarrador llanto de esta aparición perturba las sabanas venezolanas. Está condenada a pasar todas las noches penando por sus hijos, a los que mató por error.


Esta mujer supo que su esposo la engañaba con su propia madre. En venganza, la encerró en la casa y le prendió fuego, sin darse cuenta de que sus hijos también estaban dentro.


Desde entonces vaga persiguiendo hombres. 


El Silbón

Es la historia de un jovencito mimado, el cual era consentido por sus padres sin mayor conocimiento de la palabra respeto, tanto así que un día se le antojo comer “asadura”, lo que es igual a hígado, corazón y bofe, razón por la que el padre decide tomar su escopeta saliendo de casa en plan de cacería.


El hijo cansado de tanto esperar a quien para altas horas de la noche aun no llegaba, va en busca de su padre escopeta en mano, tras caminar por el llano lo logra al fin divisar pero ¿Cuál sería su sorpresa? Que su padre no había logra complacer su antojo, razón por la que decide sin más remedio matar a su progenitor para de esta forma sacarle las viseras y llevárselas a su madre para ser cocinadas, no sin antes meter los huesos del cadáver un pequeño saco.


La señora intento preparar las viseras a su hijo, pero al cuestionar la tardanza de su esposo y lo extraño de las “asaduras”, empieza a interrogar al muchacho, quien confiesa su pecado.


La mujer lo maldijo “pa´ to´ la vida”, y el joven intentando huir del lugar es perseguido por su hermano Juan quien le sonó una tapara de ají y le “echo” a un perro de nombre “Tureco”, animal que lo acompaña hasta el fin de los tiempos mordiéndole los talones.


También existe otra versión, siendo la anterior la más popular, sin embargo en esta un tanto diferente pero con final similar se narra la historia de un muchacho enfurecido por la traición de su padre, personaje que mato a su yerna, por lo cual el hijo en un ataque de furia termina matando a su padre en venganza por tal ingratitud.


Al conocer el hecho, el abuelo mandó a enlazar al joven a un poste de madera en medio del llano para posteriormente destruirle la espalda a latigazos lavando sus heridas con agua hirviendo y liberarlos junto a dos perros rabiosos y hambrientos pero antes de todo ello lo maldijo y lo condeno a cargar los huesos de su padre por el resto de la eternidad.


El Silbón habita en Los Llanos venezolanos, vagando en verano por sus tierras, recogiendo polvo en sus manos y metiéndola en su saco, en invierno cual alma errante vaga con sed de muerte, agregado al inmenso placer que le causa castigar a borrachos, vagabundos y mujeriegos, incluyendo a una que otra víctima inocente en su larga lista.


Cuentan los llaneros que a los borrachos les succiona el ombligo tomando todo el licor que alberga su cuerpo, mientras que a los mujeriegos los descuartiza, tomando sus huesos para ser metidos al respectivo saco que lleva a la espalda. También se dice que El Silbón suele aparecer en las casas sentándose a contar los huesos, si más de una persona lo escucha silbar no pasará nada pero si no es escuchado de seguro uno de los habitantes de la casa no volverá a despertar.


Su silbido es característico, quienes han tenido la oportunidad de verlo o escucharlo dicen que cuando se percibe cerca es porque no hay peligro pero han de tener precaución aquel que lo escuche lejos porque de seguro el silbar está más cerca de lo cree y con ello es innegable la muerte, para la protección del perseguido recomiendan el uso de ají o el ladrido de un perro, pues nada lo espanta más que recordar su pasado.


La Sayona

Fue una mujer muy bonita que era esposa de un hombre muy mujeriego, poseía varias amantes. El nombre verdadero de La Sayona es Timotea.


Cuenta la leyenda, que una vez, mientras su marido dormía, ella escucho que él mencionaba el nombre Casilda, este nombre corresponde al de su madre. Como ella no confiaba en su marido supuso que una de las amantes de su marido era su propia madre.


La mañana siguiente salió muy temprano a casa de su mamá y llevaba entre su vestido un cuchillo muy afilado. Cuando su madre le ofreció café ella le introdujo el cuchillo en el estomago y su madre, agonizando, le dijo:


- ¿Por qué? ¿Por qué lo haces?


- Tu también eres amante de mi esposo


- Una madre es sagrada – le decía, ya casi muriendo – serás una mujer maldita. Me voy a la tumba tranquila pero tú, tú te convertirás en un ser despreciable, y nunca encontraras consuelo ni descanso, vagaras por toda la eternidad persiguiendo a los hombres.


En este justo momento, empieza a vagar por los estados venezolanos. La Sayona -según la leyenda- le aparece a los hombres en el monte, o en la sabana y es aparentemente una mujer muy bella, de cabellos largos y sedosos y de cuerpo hermoso y atrayente.


Los hombres que la ven se enamoran al instante, ella dichosa acepta las proposiciones que se les hacen y se los lleva al monte, una vez que la quieren hacer suya, ella se trasforma de manera inmediata, grita de manera desesperada, sus dientes se convierten en afilados colmillos, su pelo se le alborota completamente, sus uñas se convierten en garras, por la boca echa fuego y los ojos son como dos pelotas de sangre.


Los hombres generalmente se vuelven locos o mueren de inmediato, y solo algunos viven para contarlo. Aquellos hombres que saben de la existencia de La Sayona, cuando viajan solos llevan una cruz de palma bendita y al mostrársela huye despavorida. Ella se esconde generalmente en los riachuelos, en la sabana y los llanos del estado Apure.


Con información de Agencias.


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