"No sé si yo me enamoré de la ciudad o la ciudad se enamoró de mí", así relata su llegada a Puerto Ordaz el fotógrafo Evelio Lucero, un caraqueño que desde que pisó suelo guayanés en 1964, nunca más se alejó.
Fotos tipo carnet, de bautismo, de graduación, para la visa o de matrimonio, no importa la ocasión, probablemente muchos en Ciudad Guayana tienen alguna fotografía con el sello de Evelio Lucero.
Es de esos personajes que con facilidad podrían contar la historia de la ciudad a través de sus protagonistas: la gente.
En la entrada de su negocio, Studio Lucero, tiene más de 3 cuadros con fotografías de personajes que de alguna forma han aportado a la construcción de Guayana. “Esta colección la empecé con Rafael Alfonzo Ravard, luego Argenis Gamboa y después Leopoldo Sucre Figarella, quienes realmente son los fundadores de este lugar. Llevo 3 o 4 años haciendo esta colección y tengo fotos de mucha gente”.
Estas fotos suelen ser tema de conversación al visitarlo, sus clientes llegan por algún servicio en particular, observan la pizarra y terminan conversando sobre cómo era la ciudad en aquellos tiempos.
Lucero viene de Caracas, de Magallanes de Catia, nació el 11 de septiembre de 1942 y es el menor de 4 hermanos: Tirso, Alexis y Beatriz. Cuando era muy joven, sus padres Eduardo y Jacinta se divorcian y llega a Maracaibo con su madre a los 8 años, ahí estudió hasta 6to grado: “Yo trabajo desde muy joven, ya en primaria era ayudante en negocios y cargaba agua y muchas otras cosas, para aportar a la casa” agregó.
A los 16 años ingresó a un Centro Vocacional y se formó como dibujante arquitectónico. Sin embargo, no se dedicó a esto, a los 17 se fue a Caracas con su familia y consiguió trabajo en la General Electric como office boy: “Eso es un trabajo que ya no se ve actualmente, éramos 17 muchachos que ayudábamos con la oficina hasta que luego te daban oportunidades de escalar. Trabajábamos en varios departamentos y ahí conocí a un vendedor estrella: Jhonny González Báez”.
González era bombero voluntario en Cuartel Central Victoriano Jordán Pestana, algo que le llamó mucho la atención a Lucero y decidió inscribirse para esta labor. Después de 2 años de formación se convirtió en voluntario hasta que ofrecieron una plaza como guardia permanente y sin pensarlo dos veces, la tomó.
Ayudar en accidentes, rescatar personas, apagar incendios, todo esto se volvió parte de su rutina. Dentro de la estación de bomberos empezaron a ofrecer cursos de mejoramiento en diversas áreas: matemática, lengua, historia y el que más le interesó, de fotografía.
Fue allí donde empezó la historia de Lucero con su pasión hasta el día de hoy. De 12 personas que iniciaron el curso solo él terminó y para ese entonces pudo comprarse su primera cámara que costó 275 bolívares.
¿Cómo llegó a Guayana?
Estando en Caracas –y con 21 años- conoció en su mismo barrio a Beatriz, su primera esposa y con quien tuvo 4 hijos. Para ese entonces se encontraba a gusto con su trabajo y su vida en la capital, hasta que su hermano Tirso se muda a Puerto Ordaz por asuntos de trabajo.
“Le digo a Beatriz que se fuera con Tirso para Puerto Ordaz para ver cómo era el lugar, cuando volvió me dijo que era lejísimos y que había que cruzar un poco de agua en una tablita”, cuenta entre risas.
Sin embargo, Lucero no se quitó la idea de la cabeza y cuando tuvo sus vacaciones vino de visita. “Cuando llego a Puerto Ordaz a las 3 de la madrugada llego a Centro Cívico, yo no sabía dónde vivía Tirso ni le había avisado. Llegó un taxi y le conté mi problema, le hablé de mi hermano que era Gerente del Banco Unión y dando unas vueltas reconocimos su carro”.
“Cuando amaneció me arreglé, salí a la calle y dije: ‘Dios mío qué es esto, esto es un paraíso’. No sé si yo me enamoré de la ciudad o la ciudad se enamoró de mí. Las calles asfaltadas, las luces encendidas, las casas sin rejas ni cercas, campos verdecitos, mangueras, bicicletas, de todo. Esto era como un campo americano” en efecto, su hermano vivía en Villa Brasil, cerca de Campo B de Ferrominera.
De regreso a Caracas iba con una sola idea en la cabeza: mudarse. Para 1964 , con 22 años, pisó Puerto Ordaz, con una formación en seguridad, dibujo y fotografía, empieza a buscar trabajo.
Gracias a una vecina de su hermano, se entera que están buscando un fotógrafo en el estudio de Luciano Scamuzzi en el Key Club, quien luego se convertiría en su “padre adoptivo”.
“Cuando me fue a contratar me preguntó qué sabía hacer y le dije de todo… Pero embuste, cuando entré y me tocó revelar unas fotos en un laboratorio dije: ‘¿¡En qué lío me metí yo!?”, cuenta entre risas. Sin embargo, el mismo Scamuzzi le enseñó lo que debía hacer, “era un hombre adelantado a la época, fue mi mejor maestro y el mejor trampolín”.
Nace el sello Lucero
Después de un tiempo, se ganó la amistad y la confianza del Sr. Scamuzzi y su esposa, quienes un día lo dejaron encargado del negocio ya que viajarían a París, Francia. “Habían 6 empleados, todos eran más viejos que yo y me lo dejaron a mí, eso fue un reto grande”.
Cuando volvieron después de un mes y medio, les dio un recuento de todo lo que había pasado y ellos lo invitaron a cenar al día siguiente en compañía de su esposa. Ahí le dijeron que se irían de Venezuela y que querían que él comprara el negocio.
“Hicimos un contrato de arrendamiento, firmé 36 giros y me quedé con el estudio. Para el primer mes siendo el dueño, logré pagar las deudas, el local, los empleados e incluso me sobró, ahí fue donde me convencí de que a esto solo había que ponerle corazón”.
Estuvo encargado del local por varios años, incluso después de la muerte de Luciano Scamuzzi. Durante todo este tiempo perfeccionó su técnica fotográfica abarcando de todo un poco: en estudio, en exteriores, industrial, médica, de eventos y muchas más, esto le trajo cada vez más ansias de un negocio propio.
Así es como para 1981 nace Studio Lucero, ubicado en el edificio Amaral desde sus inicios hasta el día de hoy.
Tiempo después se divorcia y conoce a Yasellys: “Yo la había empleado como encargada de la tienda, sin saber cuál sería nuestro futuro, que me enamoraría de ella y sería mi segunda esposa”. Tuvieron 2 hijos y llevan 21 años de casados.
Es maestro de fotografía certificado por la Asociación Venezolana de la Comunidad Fotográfica y Afines (AVECOFA), fundador del Rotary Club de San Félix, fundador de la Asociación de Fotógrafos de Guayana (ASOFOG) y locutor certificado por la Universidad Central de Venezuela.
“En todo ese tiempo el negocio creció significativamente. Le pongo pasión a mi trabajo y me he dedicado a conocer bien a las personas, a preparar a la generación de relevo. Yo creo haber educado a más de 300 fotógrafos”, a través de cursos, colaboraciones en colegios, instituciones, pequeños consejos y demás.
Tiene 7 hijos: Janira, Katiuska, Marlon, Carolina, Álvaro, Vicente y Fátima. Estos dos últimos interesados por la fotografía al igual que él.
Actualmente se mantiene trabajando en su estudio fotográfico, ubicado en el Paseo Rotario de Puerto Ordaz, edificio Amaral, y es columnista en el Diario Primicia.
“Sigo apostando por mi ciudad, por mi país, adaptándome a las nuevas tecnologías y formando a la generación de relevo. A la juventud y a los que siguen acá, vamos a trabajar, seamos sensatos, seamos humanos, porque la mejor ciudad es la que hacemos nosotros con nuestros valores”.
Instantáneas
Lugar favorito de la región: Canaima, El Salto Ángel
Lugar favorito de Puerto Ordaz: Alta Vista
Cantante favorito: Luis María Frómeta Pereira (Billo)
Un hobbie: “La lectura, leo todos los días, al medio día y en la noche”
Último libro que leyó: “Releí Doña Bárbara hace poco”
Un defecto: “Soy muy desordenado”
Personajes favoritos que ha fotografiado: Juan Pablo II, El Príncipe Carlos y el Sha de Irán Reza Pahleví
Estilo de fotografía favorito: Paisajística
Por: Edymar Hurtado / @edymarhurtado
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